Quedé observando. Estaba repleto y eran inútiles. Recuerdo haberlas comprado con tanto entusiasmo, analizando una y otra vez cada detalle e imaginando lo que juntas viviríamos. Serían testigos de besos, abrazos sonrisas, eternas charlas y largas tardes y noches a compartir. Pero nunca pudieron salir de ahí. Nunca vieron las estrellas de la noche, el tardecer, la butaca del cine ni la barra de un bar.
El cajón estaba repleto de momentos.
Podría decir entonces que:
“El cajón estaba repleto de momentos perdidos”.
O que:
“El cajón esta repleto de esperanzas”.
Pero creo que más acertado es decir:
“El cajón esta repleto de cosas inútiles”. Y yo formo parte del grupo.
Si nada en el mundo cumple una función es inútil. Y la única función que justifica la existencia es aportar felicidad a alguien.
Si alguien precisa cosas inútiles avísenme.
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